Al ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, en 1961, se inicia en nuestro país un proceso de corte sociopolítico, suavizado por una batalla inconquistable, de un gran segmento de la población, en aras de alcanzar la libertad, opuesta al intento desesperado de los herederos del tirano por perpetuarse en el poder, que da lugar a varios años de lucha y ensañamiento entre los distintos grupos políticos envueltos en la contienda por dirigir los destinos de la nación.
A partir de la muerte de Trujillo, la sociedad dominicana experimenta cambios profundos en su sistema político. Vivimos un rápido proceso de pluralización política que se explica en el esfuerzo mancomunado de la mayoría de los sectores de la sociedad en su lucha por alcanzar la democracia. La caída de la tiranía trujillista significó para el país la conquista de las libertades que habían sido negadas sistemáticamente durante un largo período de treinta años que fue socavando el ideal democrático y la existencia de grupos políticos liberales, eclipsados por las condiciones de una dictadura despiadada que sometió al pueblo dominicano a varias décadas de oscurantismo. De esta manera, nuevos grupos políticos aparecerían en el escenario social, mientras otros resurgirían entre las tinieblas del exilio y la precaria vida clandestina.
Poco a poco se fue gestando un clima de participación, donde nuevos actores, distintos de los sectores trujillistas, fueron incursionando en un complicado proceso caracterizado por constantes movilizaciones y huelgas, inestabilidad política, intervención extranjera, golpes militares, revolución e invasión imperialista.
En este contexto se manifiesta abiertamente, por primera vez, la pretensión de toda la sociedad de superar el estado de languidez provocado por el régimen y encauzarse por un rumbo distinto al derrotero de la desgracia al que lo conducía la dictadura. Tras la muerte del tirano y la salida definitiva del país de la familia Trujillo y sus principales colaboradores, la nación se aboca a un proceso de desarticulación de las viejas formas del régimen que definieron la política durante las últimas tres décadas.
La aniquilación de la tiranía se había convertido desde un principio en la tarea fundamental de la sociedad para dar paso a la transición democrática. En dicho cometido convergieron todos los esfuerzos de los grupos y organizaciones forjados durante este período, independientemente de sus ideologías, logrando finalmente la liquidación de la dictadura.
Los sectores populares urbanos más activos favorecían que la caída de la dictadura debiera ser correspondida con una democratización profunda. Pero la República Dominicana se colocaba ante un dilema histórico que emanaba del atraso político profundizado por la dictadura.
No obstante el comienzo de tan anhelado proceso de democratización política y social se vería constantemente afectado por las presiones ejercidas por el sector adicto a la dictadura, la inestabilidad generada por regímenes transitorios que se debatieron entre golpes y contra golpes, así como la ausencia de una cultura democrática arraigada, después de la caída de la dictadura el impulso de las masas y del pueblo en general era irrevocable, arribando a la conducción evidente del país por los senderos de la democracia.
De esta forma, con la celebración de las elecciones de 1962 el trujillismo colapsaría, ninguna posibilidad de resistencia podría resurgir. El profesor Juan Bosch se juramentó como Presidente de la República, el 27 de febrero de 1963, con un discurso de juramentación que “estuvo dirigido a la conciliación y a levantar la fe del pueblo en el sistema democrático”.
La formación del gobierno democrático del profesor Juan Bosch en 1963 constituyó un hecho de singular importancia en la historia de la República Dominicana, pues fue realmente el primer gobierno elegido de manera libre con la participación de las masas populares. El mismo puede ser considerado como el acontecimiento de mayor envergadura, desde el punto de vista cívico, en el proceso de transición hacia la democracia. Su trascendencia e influjo en el curso del proceso político y social, reflejó el grado de avance y madurez de los valores liberales-democráticos en una sociedad que había decidido enrumbar todos sus esfuerzos hacia la consolidación de la democracia y el destierro decisivo de la dictadura.
Su gobierno aprobó una Constitución, considerada como la más liberal que ha tenido el país en toda su historia, lo que evidencia la presencia de un gobierno fundado en los más preclaros valores e instituciones democráticas. En dicha Carta Magna se definieron, entre otros aspectos: el derecho a la vida; el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y a la salud; la prohibición de latifundios privados; la calificación del minifundio como antieconómico y antisocial; la libertad de prensa y la libre expresión; la expropiación por causa de interés social; el derecho de los obreros a agruparse en sindicatos; el derecho a la huelga; la prohibición de la propiedad de los extranjeros en nuestro territorio; los salarios equitativos; la igualdad de los hijos naturales; la reforma agraria; y el derecho del trabajador a gozar de las ganancias de la empresa.
Empero, el pueblo tendría que abortar rápidamente este proyecto de gobierno democrático constitucional del profesor Bosch, a raíz de los numerosos conflictos sociales, que dieron al traste con su existencia, tales como: el antagonismo de los principales grupos políticos con el gobierno, la realización de huelgas sindicales y generales, las precariedades económicas, las presiones de la jerarquía eclesiástica, las exigencias del sector empresarial, los comerciantes y los exportadores y, el descontento de los militares. El 25 de septiembre de 1963, apenas siete meses después de lograr el poder, Bosch es derrocado por un golpe militar.
El poder asumido por sectores conservadores después del golpe de estado de 1963, no hizo más que animar y fortalecer la sed democrática popular, manifestada de manera abrumadora en las elecciones de diciembre de 1962 con el triunfo del PRD. La posterior lucha por las conquistas ciudadanas asumieron un papel importante, haciéndose inevitable la “vuelta a la constitucionalidad de 1963”, convertido en el lema central del levantamiento contra el fracaso de los gobiernos del Triunvirato, los cuales sufrieron su desmoronamiento, desde el mismo momento en que pretendieron reinstalar el autoritarismo bajo cualquiera de sus formas, en una sociedad que desde el ajusticiamiento del tirano venía rechazando de manera absoluta y contundente el retorno al totalitarismo.
Este acontecimiento constituye el hecho más categórico y determinante que manifiesta la voluntad incuestionable del pueblo, de luchar por la consecución de la democracia. El pueblo reclamó la vuelta de Bosch para reponerle en el poder, ofrendando muchos dominicanos hasta sus propias vidas, en una revolución contra el autoritarismo, y en la que el reclamo democrático tomó la forma de revuelta popular. La “guerra patria” contra la invasión, asimismo, se tradujo en el más grande ejemplo del alcance de los ideales democráticos en nuestro pueblo, colocados desde ese momento, justo al mismo nivel de los más sublimes valores patrióticos. La cohesión del pensamiento democrático demostró en esta coyuntura, haber alcanzado su mayor progreso en la cultura política de la sociedad dominicana de la época.
A partir de la muerte de Trujillo, la sociedad dominicana experimenta cambios profundos en su sistema político. Vivimos un rápido proceso de pluralización política que se explica en el esfuerzo mancomunado de la mayoría de los sectores de la sociedad en su lucha por alcanzar la democracia. La caída de la tiranía trujillista significó para el país la conquista de las libertades que habían sido negadas sistemáticamente durante un largo período de treinta años que fue socavando el ideal democrático y la existencia de grupos políticos liberales, eclipsados por las condiciones de una dictadura despiadada que sometió al pueblo dominicano a varias décadas de oscurantismo. De esta manera, nuevos grupos políticos aparecerían en el escenario social, mientras otros resurgirían entre las tinieblas del exilio y la precaria vida clandestina.
Poco a poco se fue gestando un clima de participación, donde nuevos actores, distintos de los sectores trujillistas, fueron incursionando en un complicado proceso caracterizado por constantes movilizaciones y huelgas, inestabilidad política, intervención extranjera, golpes militares, revolución e invasión imperialista.
En este contexto se manifiesta abiertamente, por primera vez, la pretensión de toda la sociedad de superar el estado de languidez provocado por el régimen y encauzarse por un rumbo distinto al derrotero de la desgracia al que lo conducía la dictadura. Tras la muerte del tirano y la salida definitiva del país de la familia Trujillo y sus principales colaboradores, la nación se aboca a un proceso de desarticulación de las viejas formas del régimen que definieron la política durante las últimas tres décadas.
La aniquilación de la tiranía se había convertido desde un principio en la tarea fundamental de la sociedad para dar paso a la transición democrática. En dicho cometido convergieron todos los esfuerzos de los grupos y organizaciones forjados durante este período, independientemente de sus ideologías, logrando finalmente la liquidación de la dictadura.
Los sectores populares urbanos más activos favorecían que la caída de la dictadura debiera ser correspondida con una democratización profunda. Pero la República Dominicana se colocaba ante un dilema histórico que emanaba del atraso político profundizado por la dictadura.
No obstante el comienzo de tan anhelado proceso de democratización política y social se vería constantemente afectado por las presiones ejercidas por el sector adicto a la dictadura, la inestabilidad generada por regímenes transitorios que se debatieron entre golpes y contra golpes, así como la ausencia de una cultura democrática arraigada, después de la caída de la dictadura el impulso de las masas y del pueblo en general era irrevocable, arribando a la conducción evidente del país por los senderos de la democracia.
De esta forma, con la celebración de las elecciones de 1962 el trujillismo colapsaría, ninguna posibilidad de resistencia podría resurgir. El profesor Juan Bosch se juramentó como Presidente de la República, el 27 de febrero de 1963, con un discurso de juramentación que “estuvo dirigido a la conciliación y a levantar la fe del pueblo en el sistema democrático”.
La formación del gobierno democrático del profesor Juan Bosch en 1963 constituyó un hecho de singular importancia en la historia de la República Dominicana, pues fue realmente el primer gobierno elegido de manera libre con la participación de las masas populares. El mismo puede ser considerado como el acontecimiento de mayor envergadura, desde el punto de vista cívico, en el proceso de transición hacia la democracia. Su trascendencia e influjo en el curso del proceso político y social, reflejó el grado de avance y madurez de los valores liberales-democráticos en una sociedad que había decidido enrumbar todos sus esfuerzos hacia la consolidación de la democracia y el destierro decisivo de la dictadura.
Su gobierno aprobó una Constitución, considerada como la más liberal que ha tenido el país en toda su historia, lo que evidencia la presencia de un gobierno fundado en los más preclaros valores e instituciones democráticas. En dicha Carta Magna se definieron, entre otros aspectos: el derecho a la vida; el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y a la salud; la prohibición de latifundios privados; la calificación del minifundio como antieconómico y antisocial; la libertad de prensa y la libre expresión; la expropiación por causa de interés social; el derecho de los obreros a agruparse en sindicatos; el derecho a la huelga; la prohibición de la propiedad de los extranjeros en nuestro territorio; los salarios equitativos; la igualdad de los hijos naturales; la reforma agraria; y el derecho del trabajador a gozar de las ganancias de la empresa.
Empero, el pueblo tendría que abortar rápidamente este proyecto de gobierno democrático constitucional del profesor Bosch, a raíz de los numerosos conflictos sociales, que dieron al traste con su existencia, tales como: el antagonismo de los principales grupos políticos con el gobierno, la realización de huelgas sindicales y generales, las precariedades económicas, las presiones de la jerarquía eclesiástica, las exigencias del sector empresarial, los comerciantes y los exportadores y, el descontento de los militares. El 25 de septiembre de 1963, apenas siete meses después de lograr el poder, Bosch es derrocado por un golpe militar.
El poder asumido por sectores conservadores después del golpe de estado de 1963, no hizo más que animar y fortalecer la sed democrática popular, manifestada de manera abrumadora en las elecciones de diciembre de 1962 con el triunfo del PRD. La posterior lucha por las conquistas ciudadanas asumieron un papel importante, haciéndose inevitable la “vuelta a la constitucionalidad de 1963”, convertido en el lema central del levantamiento contra el fracaso de los gobiernos del Triunvirato, los cuales sufrieron su desmoronamiento, desde el mismo momento en que pretendieron reinstalar el autoritarismo bajo cualquiera de sus formas, en una sociedad que desde el ajusticiamiento del tirano venía rechazando de manera absoluta y contundente el retorno al totalitarismo.
Este acontecimiento constituye el hecho más categórico y determinante que manifiesta la voluntad incuestionable del pueblo, de luchar por la consecución de la democracia. El pueblo reclamó la vuelta de Bosch para reponerle en el poder, ofrendando muchos dominicanos hasta sus propias vidas, en una revolución contra el autoritarismo, y en la que el reclamo democrático tomó la forma de revuelta popular. La “guerra patria” contra la invasión, asimismo, se tradujo en el más grande ejemplo del alcance de los ideales democráticos en nuestro pueblo, colocados desde ese momento, justo al mismo nivel de los más sublimes valores patrióticos. La cohesión del pensamiento democrático demostró en esta coyuntura, haber alcanzado su mayor progreso en la cultura política de la sociedad dominicana de la época.